Desde este lejano punto de vista, un 9 de julio, puede no parecer muy interesante es apenas un punto en el tiempo lejano, 200 años atrás. Pero para nosotros es diferente. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros.
¿Qué fue la Declaración de Independencia, sino una promesa? Una promesa de un futuro incierto, pero mejor. Una propuesta, un ejercicio colectivo de fe conjunta de millones de individuos, distintos entre sí, con diferencias a veces irreconciliables, pero dispuestos al compromiso conjunto.
Haciendo un poco de Memoria Histórica, el marco de los acontecimientos era francamente desolador para los patriotas de Mayo, atrás había quedado el entusiasmo de los primeros meses de la Revolución, los enemigos acechaban el Norte, donde Güemes y sus gauchos luchaban una guerra desigual ante un ejército mejor entrenado y pertrechado, ciertamente tras la Cordillera, en Chile las cosas no iban mejor, lentamente los realistas recobraban el territorio por los patriotas y al Este la amenaza lusitana hacía temer por el futuro de la plaza de Montevideo, y como si poco fuera, en Europa, las tropas inglesas ya habían derrotado al Emperador Francés y echado a su hermano del trono español, la Restauración de Fernando VII estaba en camino y los sueños independentista americanos pendían de un hilo.
¿Por qué entonces, cuando toda esperanza parecía perdida? Con un escenario adverso, sin promesa alguna de mejora, avanzaron rumbo a lo desconocido.
Esa unión perfecta, de hombres y mujeres imperfectos, dispuestos a creer en un valor más grande que sus propias existencias, marchando a un futuro con más dudas que certezas pero con la convicción que acarrean las decisiones correctas, nos traen al día de hoy, donde la suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, donde Paso, Castelli, Moreno, Belgrano, San Martín, Güemes, cada unitario, cada federal, cada gaucho, cada porteño, cada provinciano, Sarmiento y sus miles de niños en guardapolvo, nuestros ilustres premios nóveles y nuestros tiranos, cada maestro de campo, los miles de obreros y trabajadores que construyeron ladrillo por ladrillo este proyecto conjunto con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
En cien años, serán nuestros hijos y los hijos de ellos, quienes deban redescubrir, como nosotros hoy el sentido de la Independencia, como un valor supremo y un acto de fe depositada conjuntamente en todos nosotros, quienes miramos al pasado para no repetir los errores, y avanzamos al futuro del progreso que soñaron nuestros abuelos y sus abuelos. A todos ellos, a nosotros y especialmente a nuestros hijos, ¡Feliz Día de la Independencia Argentina! ¡Viva la Patria!
200 años
